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Abortar en Londres... ¿Otra vez?

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Sociedad

La nueva ley del abor­to que pre­ten­de apro­bar el mi­nis­tro de Jus­ti­cia del PP, Al­ber­to Ruiz-Ga­llar­dón va más allá de la pri­me­ra, apro­ba­da en 1986, y no con­tem­pla la mal­for­ma­ción como su­pues­to. 

De apro­bar­se, sería una in­vo­lu­ción im­por­tan­te que si­tua­ría a Es­pa­ña a la cola de Eu­ro­pa. ¿Vol­ve­re­mos a los tiem­pos en que era pre­ci­so ir a Lon­dres?

Du­ran­te el fran­quis­mo y sobre todo a lo largo de la dé­ca­da que lo su­ce­dió –cuan­do la men­ta­li­dad y los tiem­pos cam­bia­ban mucho más de­pri­sa que las leyes–, una mujer que ‘tenía un pro­ble­ma’ de esos que se pro­nun­cia­ban con la boca pe­que­ña y acom­pa­ñan­do la frase con un gesto cir­cu­lar sobre el ab­do­men, era ha­bi­tual que en algún mo­men­to de su de­ses­pe­ra­da si­tua­ción re­ci­bie­ra cier­ta in­for­ma­ción entre es­pe­ran­za­do­ra e in­quie­tan­te: “Ve a este sitio y di que vie­nes de mi parte. Ellos se en­car­gan de todo”.

Claro está que tras ese mis­te­rio­so ‘ellos’ po­dían es­con­der­se va­rias op­cio­nes. Aque­llas mu­je­res sin re­cur­sos cuya de­ses­pe­ra­ción no les de­ja­ba otro re­me­dio po­dían re­ca­lar en una clí­ni­ca clan­des­ti­na y sólo con suer­te con­tar­lo. En el mejor de los casos, y siem­pre que la in­tere­sa­da se pu­die­ra per­mi­tir el mes de sa­la­rio que de media cos­ta­ba dicho trá­mi­te, el lugar re­fe­ri­do podía ser una agen­cia de via­jes con este tipo de ser­vi­cio. Un vuelo chár­ter de ida, tres días en Lon­dres y vuel­ta a casa con una sen­sa­ción qui­zás agri­dul­ce pero el 'pro­ble­ma' fi­nal­men­te re­suel­to.

Así pu­sie­ron fin a su em­ba­ra­zo más de 90.000 es­pa­ño­las en 1985, tan sólo un año antes de apro­bar­se la ley del abor­to. Mu­chas de ellas sin el con­sen­ti­mien­to de los pa­dres, por miedo a la in­com­pren­sión o peor aún a que éstos no res­pe­ta­ran su de­ci­sión. Esta si­tua­ción po­dría vol­ver a darse den­tro de poco si fi­nal­men­te sale ade­lan­te la ley del abor­to que pre­ten­de apro­bar el go­bierno.

Y es que la nor­ma­ti­va que aban­de­ra el mi­nis­tro de Jus­ti­cia, Al­ber­to Ruiz-Ga­llar­dón, es tan res­tric­ti­va que va in­clu­so más allá de la ley de 1986 -en vigor hasta 2010-. Con esta nueva ley, Es­pa­ña pasa de estar en sin­to­nía con la ma­yo­ría de paí­ses de su en­torno eco­nó­mi­co y so­cio­cul­tu­ral a ser uno de los paí­ses más res­tric­ti­vos del mundo oc­ci­den­tal en esta ma­te­ria.

Des­a­pa­re­ce con ella el abor­to libre du­ran­te las 15 pri­me­ras se­ma­nas y la in­te­rrup­ción vo­lun­ta­ria del em­ba­ra­zo pasa de ser de­re­cho a ser de­li­to salvo en dos su­pues­tos: ries­go grave para la salud fí­si­ca o psí­qui­ca de la mujer y vio­la­ción. Amén de con­sa­grar la ob­je­ción de con­cien­cia de los mé­di­cos y de re­ins­tau­rar el con­sen­ti­mien­to pa­terno en caso de me­no­res de edad, se eli­mi­na el su­pues­to de mal­for­ma­cio­nes gra­ves en el feto con­tem­pla­do an­te­rior­men­te; en otras pa­la­bras, se obli­ga a las mu­je­res a dar a luz a cria­tu­ras cuyas con­di­cio­nes fí­si­cas o psí­qui­cas les im­pi­dan vivir más allá de unos meses o ha­cer­lo con gran­des di­fi­cul­ta­des.

Este es de hecho uno de los pun­tos más po­lé­mi­cos del nuevo texto, que ha sus­ci­ta­do gran­des desacuer­dos in­clu­so entre las filas po­pu­la­res. El mi­nis­tro Ga­llar­dón se es­cu­da en el cum­pli­mien­to de los dic­tá­me­nes de la Con­ven­ción de la ONU para los De­re­chos de las Per­so­nas con Dis­ca­pa­ci­dad, pero hace tram­pa in­ten­cio­na­da­men­te cuan­do equi­pa­ra dis­ca­pa­ci­ta­dos con mal­for­ma­cio­nes o pa­to­lo­gías gra­ves di­fí­cil­men­te com­pa­ti­bles con una vida digna.

Abor­to libre de con­sen­so

Tanto es así que esta misma se­ma­na se ha hecho evi­den­te el ma­les­tar de al­gu­nos di­ri­gen­tes re­gio­na­les del PP, los lla­ma­dos ‘ba­ro­nes’, quie­nes es­pe­ran poder sua­vi­zar el texto en su fase de tra­mi­ta­ción par­la­men­ta­ria. Al­gu­nos in­clu­so han ex­pre­sa­do pú­bli­ca­men­te su di­sen­ti­mien­to y hasta han pe­di­do vo­ta­ción se­cre­ta o li­ber­tad de voto, algo poco ha­bi­tual en un par­ti­do acos­tum­bra­do a se­guir mar­cial­men­te el redil. Todo ello a pesar de la con­sig­na dic­ta­da por el pre­si­den­te del go­bierno, Ma­riano Rajoy, –cuyo es­ti­lo se ca­rac­te­ri­za por es­pe­rar y ver- para evi­tar el de­ba­te pú­bli­co sobre una cues­tión que sabe que cuen­ta con el re­cha­zo ma­yo­ri­ta­rio de la so­cie­dad.

El si­len­cio de Rajoy, que busca de­li­be­ra­da­men­te el se­gun­do plano y se re­ser­va el papel de ár­bi­tro en caso de con­flic­to, se puede in­ter­pre­tar como una ce­sión ante el ala más dura de su par­ti­do o lo que ya se co­no­ce como el Tea Party es­pa­ñol, in­te­gra­do por el ex­pre­si­den­te José María Aznar, la FAES y des­ta­ca­dos di­ri­gen­tes de la Con­fe­ren­cia Epis­co­pal. En la Igle­sia, como en el PP, tam­po­co hay con­sen­so. Los pos­tu­la­dos ul­tra­or­to­do­xos de estos úl­ti­mos cho­can fron­tal­men­te con de­ter­mi­na­das pos­tu­ras de or­ga­ni­za­cio­nes de la Igle­sia de base, más abier­tas y en con­tac­to di­rec­to con la reali­dad, lo que teó­ri­ca­men­te las si­tua­ría en la ór­bi­ta del ac­tual papa Fran­cis­co.

Pero el re­vue­lo me­diá­ti­co desata­do y la con­tes­ta­ción in­ter­na no pa­re­cen hacer mella en el mi­nis­tro es­tre­lla del mo­men­to, quien pa­re­ce estar em­pe­ña­do en re­ba­jar su per­fil mo­de­ra­do y cuasi pró­xi­mo al PSOE con una ley a gusto del nú­cleo duro de su partido. Ga­llar­dón -hom­bre que siem­pre gustó de estar en el cen­tro de todos los fo­cos- no ha ce­ja­do por ahora en su cru­za­da an­ti­abor­tis­ta, sino todo lo con­tra­rio; afir­ma que su ley es “la más pro­gre­sis­ta del go­bierno”.

Es­pa­ña, otra vez a la cola de Eu­ro­pa

Nada más lejos de la reali­dad. Si cru­za­mos el Canal, como tan­tas mu­je­res se vie­ron obli­ga­das a hacer tres dé­ca­das atrás, nos en­con­tra­mos con la con­sa­gra­ción de un de­re­cho en jaque en Es­pa­ña. El Reino Unido re­co­no­ce desde 1967 el de­re­cho a la libre in­te­rrup­ción del em­ba­ra­zo du­ran­te las pri­me­ras 24 se­ma­nas para sal­var la vida de la madre, pro­te­ger su salud fí­si­ca o men­tal, en caso de ano­ma­lías fe­ta­les o por mo­ti­vos so­cio­eco­nó­mi­cos. No se con­tem­plan la vio­la­ción o el in­ces­to, pero en la prác­ti­ca en­tran en el se­gun­do caso.

Otro tanto ocu­rre en paí­ses como Ale­ma­nia, Aus­tria, Bél­gi­ca, Di­na­mar­ca, Fin­lan­dia, Fran­cia, Gre­cia, Por­tu­gal y hasta la ca­to­li­quí­si­ma Ita­lia, por citar sólo al­gu­nos de ellos. De hecho, si la ley se aprue­ba sin cam­bios, Es­pa­ña se co­lo­ca­rá al mismo nivel que Po­lo­nia, tan sólo un paso por de­trás de Ir­lan­da, donde el abor­to está prohi­bi­do salvo pe­li­gro de muer­te de la madre o ries­go de sui­ci­dio y dos pasos por de­trás de An­do­rra, donde por in­creí­ble que pueda pa­re­cer aún está prohi­bi­do en todos los casos.