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8 de marzo: mucho por hacer

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Sevilla

Cada 8 horas una mujer es violada en España. La brecha salarial en nuestro país es de un  17,8%. Y cada día nos enfrentamos a violencias de todo tipo. La situación tampoco es mejor en los países de nuestro entorno. Por eso, el 8 de marzo es una fecha para recordar todo lo que nos queda por hacer.

 Cada 8 horas una mujer es violada en España. 3 mujeres al día sufren una violación. Y eso teniendo en cuenta que sólo denuncian un 50% de las que sufren agresiones y que en sus estadísticas la policía no tiene en cuenta los datos de Cataluña, que son contabilizados por los Mossos d'Esquadra, y sólo considera violación cuando existe penetración. Casi el 3% de las mujeres españolas han sido violadas en algún momento de su vida.

Nos puede pasar a cualquiera. Basta recordar a Carmen Maura contandole a Risto Mejide en televisión cómo fue víctima de una violación en su propia casa cuando tenía 30 años y cómo “lo peor fue todo lo que vino después, porque él estaba haciendo el servicio militar y tuvimos un juicio lleno de militares (...) Y como se enteraron de que era actriz, me hicieron preguntas como ‘¿Y estás segura de que tú no querías hacerte conocida?”.

No lo tienen mejor nuestras congéneres europeas. Suecia ostenta el deshonroso record de ser el segundo país del mundo en número de violaciones, sólo superada por Lesoto o Congo dependiendo del año, con 63 violaciones por cada 100.000 habitantes registradas por la policía en 2010.

Los datos son incompletos, imprecisos y, ante todo, escalofriantes. Y a esa violencia tan concreta, tan física, la sustenta otra mucho más invisible y sin la que no sería posible. Como ejemplo: Eurostat. Eurostat es la oficina estadística de la Comisión Europea, la encargada de recopilar, armonizar y proporcionar los datos de todos los países miembros. Eurostat recopila, entre otros muchos datos, “los delitos registrados por la policía”. Si uno quiere saber cuántas violaciones se producen en nuestro entorno, debería poder encontrarlo ahí. Pero, para este organismo, las violaciones que nos humillan, que nos roban la autoestima y la dignidad, que nos estigmatizan y nos dejan secuelas físicas y psicológicas de por vida no merecen una atención específica. Para los que toman las decisiones de qué datos ofrecer y cómo, las violaciones y las agresiones sexuales son lo mismo que los robos u otro tipo de agresiones físicas.

Hoy todo el mundo hablará de las mujeres. Habrá mensajes de todo tipo. Muchos volverán a condenarnos a un papel secundario en esta sociedad. Como en Bigastro, Alicante, donde para celebrar este día las mujeres celebraron una misa y, parafraseando a Pablo de Tarso, recordaron que salimos de la costilla del hombre, “no de los pies para ser pisoteada, ni de la cabeza para ser superior, sino del lado, para ser igual, debajo del brazo para ser protegida y al lado del corazón para ser amada”. Otros, como el PSOE en el Ayuntamiento de Cádiz, querrán un “mensaje aséptico”, olvidando que es imposible ser aséptico ante la injusticia y ante el horror que nos mata por cientos sólo en nuestro país. Y otras seguiremos dando la pelea porque en este día se hablen de las cosas de las que nunca se habla: del techo de cristal que nos impide seguir, de los problemas para ser madre y de las imposiciones sociales para serlo cuando no queremos, de la actitud paternalista que en los debates de televisión pretenden corregirnos o incluso explicar lo que nosotras sabemos decir por nosotras mismas, del machismo en las instituciones, de las pequeñas violencias cotidianas que nos obligan a estar pendientes de nuestro cuerpo, que minan nuestra autoestima y que nos hacen ser sumisas culpabilizándonos después cuando sufrimos malos tratos por no abandonar a nuestro maltratador.

Esta efeméride conmemora la muerte de 146 mujeres que trabajaban hacinadas en una fábrica de camisas de Nueva York y que murieron en un incendio porque les habían bloqueado la salida. Poco antes, habían reclamado igualdad salarial, disminución de la jornada laboral a 10 horas y tiempo para dar de mamar a sus hijos. En 2012, el fuego acabó para siempre con la vida de 120 personas, la mayoría mujeres y niñas, que cosían la ropa barata que consumimos sin parar en un edificio de Dacca, la capital de Bangladesh. En 2016, otras mujeres en todo el mundo siguen cosiendo por salarios de miseria y todas seguimos sufriendo una doble jornada laboral extenuante, una desigualdad salarial inasumible y graves problemas para vivir como queremos nuestra maternidad.

Según datos de la Comisión Europea, de media, las mujeres de la UE ganan aproximadamente un 16,4% menos que los hombres. Si ponemos la lupa por países, las españolas ganamos un 17,8%. Aún nos podemos sentir afortunadas si nos comparamos con las finlandesas, que ganan un 19,4% menos que los finlandeses; las estonias, un 30% menos o las austriacas, un 23,4%. Pero estamos lejos de las italianas, que ganan un 6,1% menos que los italianos; las polacas, un 6,4% o las eslovenas que ganan un 2,5% menos. Según la propia Comisión, eliminar la brecha salarial tendría los siguientes beneficios: la creación de una sociedad más justa e igualitaria, la creación de empleos de calidad, beneficios para empresa y trabajadores, disminución de los procesos judiciales y reclamaciones y una base para la recuperación y el crecimiento económicos.

La maternidad sigue siendo un lujo más que un derecho. En España, el permiso de maternidad es de 126 días, pudiéndose compartir las 10 últimas semanas con el padre al que sólo le corresponden 15 días. Muy lejos del año para padres y madres de Alemania, el año a repartir entre los padres de Dinamarca o los 480 días compartidos entre los padres en Suecia. Pero, por encima de los 98 días de Malta o los 56 días de Liechtenstein.

Y, por debajo de todo eso, sosteniendo toda la pirámide de desigualdad, el humor sexista (basta darse una pequeña vuelta por las calles de Cádiz en Carnaval; aunque, afortunadamente haya agrupaciones que estén rompiendo con eso), la publicidad que nos convierte en objetos, el periodismo que apenas habla de nosotras y casi no nos utiliza como fuentes expertas cuando elabora sus informaciones o los millones de micomachismos diarios que asumen que no sabemos nada de mecánica o que la cuenta en los restaurantes es cosa de hombres. Todo un sistema bien armado que legitima los privilegios de la mitad de la población a costa de la otra mitad y que olvida que sin mujeres no puede haber ni democracia ni una sociedad justa.

Por eso, hoy, 8 de marzo, nos queda aún mucho por hacer.